martes, 26 de enero de 2010

El Rayo de Luna

“...Habían pasado algunos años. Manrique sentado en un sitial junto a la alta chimenea gótica de su castillo, inmóvil casi y con una mirada vaga e inquietante como la de un idiota, apenas prestaba atención ni a las caricias de su madre ni a los consuelos de sus servidores.
- Tu eres joven, tu eres hermoso - le decía aquella -; ¿por que te consumes en la soledad? ¿Por que no buscas una mujer a quien ames y que amándote pueda hacerte feliz?
- ¡El amor!...
El amor es un rayo de luna - murmuro el joven.
- ¿Por que no despertáis de ese letargo? - le decía uno de sus escuderos -; os vestís de hierro de pies a cabeza; mandáis desplegar al aire vuestro pendón de rico hombre, y marchamos a la guerra. En la guerra se encuentra la gloria.
- ¡La gloria!...
La gloria es un rayo de luna.
- ¿Queréis que os diga una cantiga, la ultima que ha compuesto mosen Arnaldo, el trovador provenzal?
- ¡No! ¡No! - exclamo el joven, incorporándose colérico en su sitial - ; no quiero nada...; es decir, si quiero, quiero que me dejéis solo... Cantigas..., mujeres..., glorias..., felicidad...,
mentiras todo, fantasmas vanos que formamos en nuestra imaginación y vestimos a nuestro antojo, y los amamos y corremos tras ellos, ¿para qué?. Para encontrar un rayo de luna.
Manrique estaba loco; por lo menos, todo el mundo lo creía así. A mi, por el contrario, se me figuraba que lo que había hecho era recuperar el juicio."

- G. Adolfo Becquer